BUENOS AIRES.- "¿Sabés por qué salimos campeones? Porque jugamos al fútbol", dijo una señora, de unos 60 años, con lágrimas en los ojos, a la salida del Monumental. La afirmación parece una obviedad, una tautología, pero tiene algo de razón. Para explicar las razones de este Uruguay campeón se suelen usar palabras que grafican más una epopeya que un partido de fútbol.
Todos hablan del sacrificio, de la "garra charrúa", del meter y poner de un equipo áspero, que raspa en todas las líneas de la cancha. Pero lo cierto es que el mejor Uruguay apareció, quizás, en los primeros 25 minutos de esta final, cuando la "celeste" se dedicó a jugar y a doblegar al rival; generó casi una decena de situaciones de gol y podría haber goleado antes del entretiempo. En esos momentos, había poco de garra y mucho de juego.
¿Quiénes fueron los mejores de Uruguay? Fernando Muslera y su solvencia; la seguridad de Diego Lugano y de Sebastián Coates, elegido el Mejor Jugador Joven de la Copa; la marca de Diego Pérez y algunos toques de Arévalo Ríos. Y, claro, el dueto Luis Suárez-Diego Forlán. Los dos aportaron buena parte del juego de Uruguay, de ese que se necesita para ser campeón. Sólo con buen juego se define tan bien como lo hizo Forlán en dos ocasiones; sólo con calidad se ponen centros milimétricos y se daña con la pelota parada. Se necesita mente fría para darse vuelta en el área como lo hizo Suárez y mandar la pelota a besar el palo y la red.
El fútbol está lleno de injusticias y un triunfo de Paraguay hubiese sido una más. Por momentos, el equipo del Martino no podía dar tres pases seguidos y se parecía más a un equipo errático de la B Nacional que a un finalista de América. Cuando Paraguay era confusión, Uruguay hizo tres goles en una final. En un torneo mediocre, ganó ese intento de juego y no la garra inútil del que la revienta enojado, con ánimo de sacarse la pelota de encima.
Todos hablan del sacrificio, de la "garra charrúa", del meter y poner de un equipo áspero, que raspa en todas las líneas de la cancha. Pero lo cierto es que el mejor Uruguay apareció, quizás, en los primeros 25 minutos de esta final, cuando la "celeste" se dedicó a jugar y a doblegar al rival; generó casi una decena de situaciones de gol y podría haber goleado antes del entretiempo. En esos momentos, había poco de garra y mucho de juego.
¿Quiénes fueron los mejores de Uruguay? Fernando Muslera y su solvencia; la seguridad de Diego Lugano y de Sebastián Coates, elegido el Mejor Jugador Joven de la Copa; la marca de Diego Pérez y algunos toques de Arévalo Ríos. Y, claro, el dueto Luis Suárez-Diego Forlán. Los dos aportaron buena parte del juego de Uruguay, de ese que se necesita para ser campeón. Sólo con buen juego se define tan bien como lo hizo Forlán en dos ocasiones; sólo con calidad se ponen centros milimétricos y se daña con la pelota parada. Se necesita mente fría para darse vuelta en el área como lo hizo Suárez y mandar la pelota a besar el palo y la red.
El fútbol está lleno de injusticias y un triunfo de Paraguay hubiese sido una más. Por momentos, el equipo del Martino no podía dar tres pases seguidos y se parecía más a un equipo errático de la B Nacional que a un finalista de América. Cuando Paraguay era confusión, Uruguay hizo tres goles en una final. En un torneo mediocre, ganó ese intento de juego y no la garra inútil del que la revienta enojado, con ánimo de sacarse la pelota de encima.